El músculo que más le duele a Messi

Estaba servidora haciendo guardia en el vestuario del Camp Nou, escuchando por mis auriculares una maqueta de La violetera cantada por Zeus Montiel, cuando un señor con una pinta entrañable de honrado charcutero endomingado me abordó, ansioso:

– Señora, ¿es usted la masajista estrella del Barça?

– Si quiere un autógrafo de Messi en una foto con la stripper –le dije– tendrá que ponerse en lista de espera. Es larguísima. Claro que yo se lo podría conseguir ya por 300 euros en la reventa.

– Señora, usted no sabe con quién está hablando–, me dijo él, molesto.

– ¿Con un nuevo novio de Carmencita Martínez-Bordiú, quizás?–, aventuré yo.

Patinazo. El buen hombre se sacó del bolsillo de la entrañable chaqueta marrón de espiguilla, modelo años 70, una hoja de periódico y allí estaba él, en una foto, con una entrañable chaqueta de cuadros, modelo años 80, acompañando al Rosell y al Zubizarreta.

– Uy, Tata Martino, flamante entrenador del Barça, usted disculpe, ¿qué se le ofrece?

– Messi se queja de que le duele un músculo –dijo él, yendo al grano–. Ahora mismo se lo mando para que lo arregle.

Yo ya me estaba temiendo que llegase un propio con el músculo dolorido de Messi en un tapergüer, pero no, enseguida apareció el propio Messi, y me fijé y deduje que llevaba ese músculo puesto. También llevaba puestos unos pantalones ceñidos animal print, una camisa fucsia fluorescente de color butano, una chaqueta azul cobalto con topos blancos, y guantes rosas. Totallook Dolce & Gabbana, como cuando fue a recoger el último Balón de Oro, que hay que ver cómo iba la criatura.

Le pregunté: «Messi, ¿duele?». «Sí», dijo. «No me extraña –dije yo–, esa ropa le duele a cualquiera». «No», se explayó él. «Ah, vale –intuí yo–, no te duele la ropa, sino el músculo». «Sí», continuó él explayándose. «¿Qué músculo?», me interesé yo, haciéndome la cándida. «Uno», dijo él, explayándose aún más. «Qué arte, corazón –le dije yo, muy Anne Igartiburu–, te explicas mucho mejor que Urdangarin». Entonces le pedí que se desnudara y se tumbara porque iba a masajearle el músculo, pero él se quitó el guante de la mano derecha, estiró el brazo y me dijo:

– Ahí.

En un periquete descubrí qué músculo de la mano le dolía tanto: el que se usa para firmar los cheques con los que se paga lo que se ha distraído a Hacienda. Menos mal que he llegado con él a un acuerdo para colocar, en la reventa, autógrafos suyos en una foto con la stripper, a 300 euros, y vamos al 50 %. Que esta crisis es muy mala.